En una entrevista que dio el escritor Martín Kohan al poco tiempo de haber comenzado la pandemia, contaba que si bien estaba acostumbrado a pasar mucho tiempo fuera de su hogar antes de este suceso, en el contexto actual no estaba padeciendo el hecho de no poder salir.
La explicación que daba al respecto era que, por ejemplo, los cafés que solía frecuentar para ir a escribir o leer estaban cerrados, el hecho de saber que estos lugares estaban vacíos y no había posibilidad de visitarlos parecía tranquilizar al escritor y hacerle más tolerable el aislamiento social, preventivo y obligatorio.
Al día de hoy, habiendo pasado ya varios meses de aquella entrevista, la realidad pareciera ser algo distinta: la actividad empezó a reactivarse lenta pero sostenidamente y muchos de esos lugares a los que asistíamos cotidianamente comenzaron a abrir de nuevo sus puertas.
Los recientes anuncios del cambio en la modalidad de cuidado, con el pasaje del aislamiento al distanciamiento social, parecerían ir en sintonía con esta cuestión.
Sin embargo, falta todavía para la llegada de la ansiada vacuna y no se puede hablar ni por asomo de una “vuelta a la normalidad” en el corto plazo. Es por eso que, ya sea por cuestiones laborales o de vida social, un sector cada vez mayor de la población comienza a salir.
¿De qué manera podríamos pensar entonces un volver a habitar esos espacios que transitábamos y habitábamos en este contexto tan particular?
Quizás no sea con la frente marchita como cantaba Gardel, pero de seguro va a ser distinto a cómo nos manejábamos antes. El uso del tapabocas, la distancia social y los hábitos de cuidado que fuimos incorporando parecieran haber llegado para quedarse un buen tiempo.
Y si bien esos lugares que antes visitábamos nunca dejaron de estar ahí, nosotrxs no somos lxs mismxs. La espontaneidad y la soltura con la que solíamos hacer planes quedaron desdibujadas en tiempos donde todo es un protocolo.
Lo curioso es que la extrañeza que sentimos se la trasladamos a esos lugares a los que de a poco vamos volviendo. Sentimos que de alguna manera cambiaron, casi como escuchamos en el relato de algunos sueños: “Era ese lugar pero a la vez no, era diferente”.
De tal forma cambió la forma de habitar esos lugares que llegamos incluso a escuchar también el relato de muchos sueños en donde las personas se dan cuenta que salieron sin el tapabocas y esto es vivido en ocasiones con angustia.
Parecería que ese querer volver “a lo de antes” termina siendo mucho más desgastante y más aún cuando se le suma la sensación de tiempo perdido por todos estos meses de encierro.
Se conoce al verbo revisitar como un nuevo reconocimiento o registro o como un volver a inspeccionar algo que ya se conoce. Y, si bien es un término en desuso, podría servirnos para pensar esta nueva normalidad de la que tanto oímos hablar.
Revisitar todos esos lugares que solíamos habitar y darnos la posibilidad de un nuevo encuentro con ellos, ni mejor ni peor, diferente.
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