Cuando recibimos en la consulta a una pareja algo de las defensas inconscientes que la sostienen se han quebrado, e intentan volver a repararlas con su llegada al consultorio. En ocasiones, suele escucharse: “queremos volver todo como antes”. En otras oportunidades, mientras una de las partes manifiesta su interés en la consulta la otra actúa o dice: “ser llevado” por su partenaire. A comienzos, debido a la violencia de toda índole que genera la ruptura de las defensas inconscientes, el grado de insight se encuentra dificultado dado que cada una de las partes intenta responsabilizar a la otra sobre lo que ocurre, entonces, el trabajo terapéutico se encuentra obstaculizado ya que predomina el reproche sobre el insight.

Un mito o un rumor que recae sobre la terapia de pareja es el que la describe como un procedimiento que permite tener al divorcio o la separación como horizonte, pero en buenos términos. No necesariamente esto debe ser así, como se expuso más arriba, en la mayoría de los casos la falta de comunicación, la perdida de intimidad, los problemas con los familiares, las diferencias en crianza de los hijos o los problemas económicos aparecen como disparadores que despiertan las diferencias que están en la base de todo conflicto vincular, debido a que las defensas intentan mantener oculta las diferencias que cada partenaire tiene con respecto a su fantasía ideal de pareja.

No todo consultante deviene paciente, es importante resaltar, que en algunos casos son unas breves sesiones las que permiten generar un espacio de escucha que la rutina, los enojos o los entredichos habían cerrado impidiendo la comunicación en la pareja. Por lo tanto, la labor terapéutica puede circunscribirse a la apertura de un nuevo espacio de intimidad para la pareja. Que el analista pueda habilitar dicho espacio y orientar a los consultantes para que la escucha predomine sobre la lucha por el poder, al igual que desentrañar la conflictiva que se trae a la consulta para que cada partenaire pueda asumir su parte en la misma.