El sentimiento de culpa es un sentimiento devastador porque produce estragos en la persona que lo padece, ya que la paraliza, entorpeciendo todo su potencial humano.
¿De qué se trata este sentimiento? Es lo que surge entre lo que se hizo y se debería haber hecho, generando la sensación de que algo se hizo mal; o también entre lo que una persona desea para sí, pero sintiendo que debería desear otra cosa. Nuevamente, emerge la sensación de que se está causando algún tipo de perjuicio.
La culpa como tal, cumple una función adaptativa dentro del engranaje social, ya que permite empatizar y entender cuando hubo un daño producido a otro. Es normal alguna vez sentirla, el problema aparece cuando el sentimiento de culpa deviene en desadaptativo y se enraíza en la vida de quien padece a este sentir.
Esta sensación de estar haciendo mal es lo que generará culpa. La culpa busca castigo. El castigo causa dolor. Ese dolor se asentará en lo físico y/o psicológico, produciendo diversos síntomas.
Las personas suelen hacerlo parte de sus vidas de tal forma que, muchas veces no hay conciencia o registro del padecimiento físico o psicológico que genera. Es decir, podemos ya pensar que el sentimiento se ha cristalizado.
Los mandatos culturales, sociales, familiares y todos lo “deber ser/hacer/tener/sentir/querer” son facilitadores para que surja ese penoso afecto.
La autora norteamericana, Louise Hay, sostiene que la culpa se origina en una parte de nosotros mismos que no terminamos de aceptar, por tanto, de amar, y caemos en la creencia de que no merecemos ser felices.
Es importante entender que la culpa no es reparatoria. Por ejemplo, sentir culpa por poder comer, no soluciona los grandes problemas del hambre humano. O, sentir culpa porque mis padres tuvieron mal pasar económico y yo no, tampoco repara esa circunstancia.
¿Es posible trabajarlo en terapia? Si, lo es. Y con asombrosos resultados. Por supuesto, no hay recetas, toma un tiempo diferente para cada persona, pero, sobre todo, se necesita del compromiso propio y de un genuino deseo de salir de ese lugar padeciente. Al estar tan aferrado al vivir cotidiano, soltarlo puede parecer perturbador en un inicio, pero acompañar ese proceso de transformación es parte de la labor terapéutica.
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