Los límites son el eje de nuestras vidas, nos contienen y nos delimitan el modo de actuar, participar e interactuar con el otro. Podrían pensarse como las reglas de un juego para convivir en sociedad.
Frecuentemente en el consultorio se escucha “a mis hijos les pongo límites, los vivo retando”; en esta afirmación se malinterpreta al límite asociándolo con el enojo y el reto, con el maltrato y la violencia. Es indispensable realizar un trabajo transformador para convertir el límite en borde, o sea, en una delimitación de aquello que se puede hacer y aquello que no. Se pueden poner límites con afecto y generando contención, poner límites claros, con firmeza y seguridad y no con gritos.
En la actualidad es habitual ver a los adultos confundidos en la asunción del rol parental y eso los convierte en sujetos dubitativos. “Y si le digo que no y no me quiere...”. Podemos asumir como premisa que aquel que pone límites brinda contención, amor y cuidado. Todos nos enojamos con aquellos a los que amamos. Amar es dar y privar, amar no es darlo todo.
El límite da seguridad. El niño/a nace sin ley, sin ética, hay que decir “no” para que pueda insertarse en la cultura. El límite tendría que ser una consecuencia natural del amor: “esto sí, esto no”. Poner límites es enseñarles a nuestros hijos que aprendan a esperar y a saber que todo no es aquí y ahora. Que hay cosas que pueden y hay otras que no pueden hacer o tener.
Hay algunas cuestiones que podemos tener en cuenta en el momento de poner límites, intentar guardar cierta distancia y construir la regla de una forma impersonal; por ejemplo, cuando se les dice “solo podés jugar en la tablet media hora”, podría colocarse una alarma que suene a la hora indicada, así, de esa forma, la alarma, se convierte en un mediador entre el niño/a y el objeto.
Otra posibilidad es explicar a los niños/as el porque de la regla, de una forma anticipatoria que lo ayude a prevenir situaciones riesgosas para él y poder vincularse con los demás. Es importante darles ejemplos concretos y significativos en los que ellos se encuentren implicados. Entendiendo las razones, los niños/as pueden desarrollar valores internos.
Por último, hacemos hincapié en lo fundamental que es sostener los límites, todo límite que no se sostiene se convierte en una amenaza. Para sostener un límite hay que tener reglas claras y mantenerlas a lo largo de los días. Los límites nos ayudan a organizar rutinas, estas son la base esencial de la crianza, las necesita el niño/a para organizarse, para crecer y madurar psicológicamente. Debemos utilizar los límites como ejes de nuestras vidas, como herramientas de manifestación de amor.
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