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Cambiar es parte de la Vida

 

“Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas – la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias - para decidir su propio camino”.

                                                                                                            Víktor E. Frankl

 


 

 ¿Es posible vivir sin cambiar?

El cambio es inevitable, forma parte de la vida y del crecimiento. La vida está compuesta de innumerables, sucesivos y constantes cambios de distinto tenor. Es decir que, vivir implica cambiar.

Pero ¿qué significa el concepto de cambio? Podríamos definirlo como la acción de transformar, modificar o reemplazar algo; que puede ser un objeto, una persona, una actitud, una condición, un estado, un trabajo, una relación, una creencia, etc.

Todo a nuestro alrededor está en constante cambio, aún sin que nos demos cuenta: el clima, la tecnología, la economía, el conocimiento, la comunicación, etc. Y a su vez, las distintas situaciones que vamos viviendo a lo largo de la vida van modificando nuestro carácter y van surgiendo así nuevas formas de sentir, pensar y actuar. Por lo cual, el cambio se presenta en diferente ámbitos de nuestra vida: personal, académico, laboral, económico, cultural, religioso, etc.

El cambio es una situación novedosa, algo diferente a lo ya conocido, que conlleva un cierto período de ajuste y que nos permite desplegar nuestros recursos, estrategias y todo nuestro potencial para lograr una mejor adaptación frente a los nuevos desafíos y continuar aprendiendo cosas nuevas. 


 ¿Por qué nos resultan difíciles los cambios?

Nadie dijo que fuera un proceso fácil, y como todo proceso no se produce en un abrir y cerrar de ojos.

El cambio es un proceso que genera grandes resistencias, porque que nos obliga a movernos hacia un terreno desconocido dejando atrás nuestras zonas de confort, que son áreas seguras y estables guiadas por los mismos entornos, hábitos y rutinas, que nos retroalimentan positivamente, pero que también nos privan de entrar en otras zonas que harían posible la creación de nuevos aprendizajes y un mayor crecimiento y desarrollo.

Muchas veces aunque queramos salir de donde estamos, nos resulta difícil porque ese movimiento implica perder un beneficio secundario o una ganancia encubierta. Este beneficio puede ser obtener cierta comodidad o atención extra de los demás, eludir responsabilidades, evitar situaciones desagradables o temidas, etc, y no siempre somos muy conscientes de estos beneficios secundarios.

Otras veces la falta de propósito y de sentido suele generarnos la sensación de resignación y nos vamos conformando con nuestro modo de vida actual, aunque este nos genere malestar, bajo el autoengaño y la falsa creencia de que “es imposible cambiar”.

Por lo general, los cambios pequeños los aceptamos sin mayores inconvenientes. La mayor dificultad se nos suele presentar con los cambios más grandes, cuando nos hacemos conscientes de ellos y los relacionamos con las adversidades. Ahí es cuando surge el miedo al cambio.  


 ¿Por qué nos da miedo cambiar?

El miedo puede aparecer ante la incertidumbre e inestabilidad de lo nuevo, ante un posible fracaso, ante la sensación de algún tipo de pérdida, ante la falta de control o de rumbo, etc.

Y frente al miedo que nos genera la posibilidad cambio tenemos dos opciones para escoger:

- Podemos resistirnos aferrándonos a lo viejo ya conocido, con la esperanza de que el tiempo vuelva a poner las cosas su lugar y eludiendo la responsabilidad de dicho cambio.

- O podemos enfrentarlo reconociendo cuáles son nuestros temores y preocupaciones, para luego poder analizarlos y descartarlos o combatirlos con todo nuestros recursos, que seguramente serán ampliados y fortalecidos luego del cambio.

Decidir por un cambio o aceptarlo es un proceso que implica poder dejar atrás lo seguro, lo estable, lo cómodo y avanzar hacia lo nuevo, lo desconocido, lo diferente aún a pesar de la incertidumbre, el miedo y el dolor que conlleva esta transición.


 La actitud frente al cambio

¿Por qué a mí me tiene que pasar esto?, ¿Por qué cambiar si siempre lo hice así? ¿Y si no puedo afrontar el cambio?, ¿Qué voy a perder si cambia esta situación? Son preguntas formuladas desde una perspectiva del cambio como una amenaza, como algo que viene a romper nuestra estructura y estabilidad actual. Esta postura nos posiciona en el lugar de víctimas, resistiéndonos  a una mejor adaptación al cambio.

Sin embargo, también podemos encarar la posibilidad de cambio desde una perspectiva de oportunidad, como una situación potenciadora de nuestro crecimiento y desarrollo personal; promoviendo una actitud constructiva y de adaptación. Desde esta mirada podríamos formularnos preguntas tales como: ¿Por qué no cambiar?, ¿Qué recursos y capacidades tengo que me podrían ser útiles para afrontar el cambio?, ¿Qué puedo aprender de esta nueva situación?, ¿Qué beneficios podría traerme cambiar?

La actitud que se tome frente al cambio aceptado o elegido, depende de la propia persona. Se puede optar por vivirlo como espectador o víctima, o por el contrario como protagonista y artífice del propio cambio.


 La ganancia del cambio

Todo cambio implica en cierta medida una pérdida, un duelo por lo que dejamos atrás. Por lo que la manera de relacionarnos con los cambios dependerá en gran medida de lo aprendido en situaciones previas y de nuestra capacidad para elaborar dichas pérdidas.

Pero cambiar no es desechar todo lo conocido y aprendido, sino más bien incorporar nuevos aprendizajes, para crecer, para evolucionar, para progresar.

Por eso el cambio también depende de la confianza que tengamos en nosotros mismos, de la capacidad para reconocer, elaborar y enfrentar nuestros temores y fantasías,  y de la capacidad para poder verlo como un reto o un desafío. A partir del cual podemos aprender cosas nuevas, encontrar nuevos propósitos, darle un nuevo sentido a las experiencias vividas y continuar creciendo y progresando en nuestro desarrollo.

En suma, el cambio vivido como un desafío nos permite evolucionar.  Y esa, sin duda, es nuestra mejor ganancia.

 

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