Dos fotos. Una, la viva imagen del fracaso y el desaliento. Otra, el éxito en estado puro, el objetivo ya logrado y por ende, la felicidad.
¿Y en el medio? Nada, el vacío, la falta, lo que no se dice y no se ve. El esfuerzo y la dificultad, el trabajo. El proceso.
Lo inmediato a lo que aspiramos lleva un proceso escondido, obligado, trabajoso, que solo se descubre luego de que compramos el éxito ya envasado.
Lo que se adquiere, cuando se paga por estos servicios “mágicos”, es la idea de que se puede, de que una persona “normal” lo logró. Y esto no es del todo cierto.
Una persona normal, es decir, alguien que aproximadamente trabaja 8hs diarias sentado en una silla, encorvando la espalda, estresado por cuestiones varias o lidiando con el tránsito o con el simple paso de las horas idénticas del día tras día, no siempre está preparado, o no siempre tiene dadas las condiciones necesarias para hacer todo lo que los programas requieren por fuera de la foto del éxito. Y los resultados, sencillamente nunca aparecen.
¿Por qué me pasa esto? ¿Es porque no estoy haciendo las cosas bien? ¿Será que nunca voy a lograr el objetivo? ¿Tengo una condición natural que hará que siempre tenga este cuerpo que tengo?
La verdad es que al mirar las fotos de un Antes y un Después, desconociendo absolutamente todo el proceso que la persona sonriente de la foto atravesó para lograrlo, con su realidad y sus posibilidades, es empezar mirando el vaso más que lleno, para descubrir que llenarlo es más difícil de lo que parece.
Y la trampa está en el cerebro, que nos gratifica al ver el éxito ajeno como si ya fuera nuestro, nos da una idea de felicidad falsa, sostenida en el aire pero creíble, poderosamente creíble. Nos llena de goce y nos engaña, lo que a la larga, nos hace sufrir y defraudarnos.
Estas realidades instantáneas, tan acordes a tiempos de redes sociales y dinámicas virtuales suelen, en la mayoría de los casos, generar más ansiedad que soluciones. Y la ansiedad quita motivación y lleva al abandono.
El hábito se cambia a diario, a cada hora, en cada decisión y con esfuerzo. El objetivo tiene que ser ese cambio, no la foto filtrada e inalcanzable, carente de sentido a la que nunca llegaremos. Quien busca el éxito atrás de una imagen pierde, porque esta imagen es siempre espejismo, porque el éxito en si es siempre espejismo. Porque se haga lo que se haga, el bienestar está en encontrar el placer de hacerlo. Nunca en la foto del después.
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