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Adolescencia, Anorexia y Estructuración Subjetiva

La pubertad es un suceso que impacta en lo real del cuerpo y exige un trabajo de representación psíquica, denominado puberal, que se relaciona con el proceso originario.

Según Doltó es tan abrupto el surgimiento de la pubertad que produce un desfasaje entre el esquema corporal y la imagen inconsciente del cuerpo.

Teniendo en cuenta lo precedente (pubertad - puberal - imagen corporal) y considerando que se presenta para el púber una segunda oportunidad de reveer ciertos puntos no resueltos en el proceso de constitución subjetiva; se intenta, desde la clínica formular una pregunta posible según el caso de que se trate: ¿qué experiencias en la vida del paciente tendieron a quebrantar el pasaje desde lo infantil hacia la adolescencia?

La pubertad exige un trabajo de construcción, rehistorización a la adolescencia.

Desde esta perspectiva se trata de plantear los posibles puntos de detención en la realización de los trabajos[1] necesarios para una estructuración subjetiva.

El pasaje de lo familiar a lo extrafamiliar debe ser conquistado por el adolescente para insertarse luego en el mundo social. En ciertos casos, en los que la figura paterna o materna es del estilo autoritario, suele suceder que el deseo de salir del ámbito familiar hacia otro exogámico, no llega a tener suficiente empuje aceptando el mandato. Estas demandas no logran ser metabolizadas por el sujeto quedando atrapado en el mandamiento superyoico de adaptación al ideal. Su desear es rechazado y desconocido. Es decir, el aceptar pasivamente la demanda del Otro va en desmedro de la creatividad propia del desear.

Cuando sucede lo opuesto, este deseo se vuelca por completo a buscar fuera toda referencia y modelo corriendo el riesgo de alienarse, perdiendo subjetividad (drogas, sectas, etc).

La categoría de amigo como opuesto a lo extraño funcionaría como un elemento transicional que vehiculizaría este pasaje, por lo que es esperable que en este período funcione como soporte el grupo de amistad. Soporte que enmarcaría un poco ese no saber qué hacer ante la irrupción pulsional fuera del marco familiar.

Este trabajo de pasaje es simultáneo al Pasaje Desde La Sede De Un Yo – Ideal Hacia El Ideal Del Yo, relacionado con el duelo por el niño ideal, con los duelos de la infancia en general.

Lo que aparece con gran fuerza en los casos de trastornos alimentarios, como la anorexia, es el duelo por el cuerpo infantil. Como contrapartida del cuerpo sexuado y libidinizado se erige un cuerpo que al mismo tiempo que niega y ahoga el deseo, afirma el deseo de Otro Cultural completo que impone, desde el imaginario social la idolatría a `cuerpos de muñecas` cada vez mas vacías y flacas.

Este ideal conlleva a una identificación que no le permite reconocerse como alteridad, como un yo distinto a otro y en este punto pareciera muy común que por contagio identificatorio (histérico por supuesto), las jóvenes comienzan la dieta junto con un grupo de amigas, unidas por el ideal del cuerpo como Cuerpo-Ideal. Así emprenden una carrera hacia su desaparición, hacia su invisibilidad, hacia el logro de un cuerpo etéreo.

Siguiendo con la línea femenina, la primera menarca es una mancha de sangre que si bien estuvo preanunciada por algunas transformaciones y crecimiento del cuerpo, marca un antes y un después abrupto. En los casos de anorexia se suele comprobar en la clínica que este acontecimiento aparece negado, no pudiendo ser historizado, al igual que las amenorreas consecuentes, no se puede significar psíquicamente este suceso, no se puede armar una inscripción psíquica. En general el interés que usualmente despierta en los jóvenes esta etapa del desarrollo es desplazado y reemplazado por el desarrollo de tipo intelectual.

Esa mancha de sangre indica la irrupción real en el cuerpo que exige simbolización y ligadura del tiempo infantil con el presente que implica un pasaje hacia el encuentro con el nuevo objeto de amor. No se puede registrar esta mancha como marca. Esta ausencia de representación es solidaria con la ausencia de las manchas menstruales que indican la presencia de un cuerpo aniñado, no sexualizado. Simultáneamente aparece el amparo en juegos infantiles y en la intelectualización como defensa a la irrupción de estos procesos.

La negación de que algo nuevo, algo distinto ha acontecido en el cuerpo, la deja a la niña con un cuerpo frágil y endeble como para soportar estos cambios, un cuerpo que no termina de metamorfosearse. Esta sensación de fragilidad se escucha en el discurso de estas jóvenes en frases como :“Me dan impresión los ovarios” “Me da miedo que se quiebren los ovarios”, que además está relacionado con el sentimiento de extrañeza ante un nuevo cuerpo. El cuerpo es sentido como un objeto fuera de la psique, sentimiento que es típico de los cambios puberales, pero que en estos casos parecieran perdurar sin mediatizar algún trabajo que tienda a su resolución

Ese cuerpo es tratado como objeto depositario de todos los aspectos amenazantes para su propio psiquismo por lo que es maltratado con el riego de la propia invisibilidad subjetiva.

 “Estos sentimientos de odio son respuesta a una falla identificatoria por parte de los padres: falla que tuvo lugar en los primeros tiempos de la vida del niño”[2]

Es necesario plantearse que algo sucedió a nivel pictogramático para que este apropiarse del ‘nuevo cuerpo’, cuerpo genitalizado, sexuado, no termina de inscribir-se, enraizarse en lo psíquico, de libidinizarse.

Algo en relación al cuerpo no termina de ser escrito en este momento de constitución subjetiva donde prima el “proceso originario”[3].

Tomando el concepto de ‘territorio de las fobias alimentarias’[4] la fobia al alimento permitiría perdurar con un cuerpo de niña que garantizaría una continuidad narcisística ante la irrupción de lo puberal y el movimiento sorpresivo del desear que clama por una nueva imagen sexuada que le permitiría (si fuera aceptada) acceder a nuevas investiduras objetales fuera del ámbito de las figuras incestuosas sin quebrantar bruscamente la trama histórica que se vino construyendo. Se temería entonces a hacerse cargo de su propio deseo, integrando el movimiento a una “imagen de base”[5].

La asunción de la irrupción pulsional y los cortes que implica en la superficie corporal provocarían algo del orden inhibitorio que se traduce en la vacilación para la asunción de una posición dinámica que le permita ir en busca de... Contrariamente a cada nuevo embate del desear, se retrocede y se ‘desaparece’ de las escenas vividas como peligrosas, lo cual sería indicado subjetivamente por el surgimiento de angustia.

La adolescencia da al psicoanalista oportunidad para intervenir en una subjetividad en construcción, teniendo en cuenta al sujeto deseante y su espontaneidad. La escucha y la incidencia psicoanalítica brindará un dispositivo tendiente a propiciar el encuentro del sujeto con su deseo; acompañando al adolescente en este período conflictivo y procurando que logre orientarse hacia un mundo social donde deberá posicionarse mediando una raíz lúdica que se contraponga a demandas alienantes.

 


BIBLIOGRAFÍA

Jornadas anuales 1995. Fundación estudios clínicos. La niña púber.

Ricardo Rodulfo. ‘Estudios clínicos’ Pto 9 y 10 . Ed. Paidos.

Rodulfo R. “ El niño y el significante”

El proceso originario y lo puberal. Publicación en el CEP.

Marisa Rodulfo. “ El niño del dibujo”. Ed.Piados. pp.137

Maria Cristina Rother de Hornstein. “La pubertad:¿Un traumatismo?

Marisa Rodulfo “Movimientos de apertura”

Mannoni: “La crisis de la adolescencia”

 


REFERENCIAS 

[1] Referencia al concepto de ‘trabajos adolescentes’ de Ricardo Rodulfo en ‘Estudios clínicos’ Pto 10: “El adolescente y sus trabajos”. Ed. Paidos.

[2] Maria Cristina Rother de Hornstein. “La pubertad:¿Un traumatismo?. pp 77.

[3] Concepto de Piera Auglanier

[4] Ricardo Rodulfo. “El territorio de las fobias alimentarias”.

[5] Concepto de Dolto extraído de: “De las fobias universales a la función universal de la fobia”. Pp 76

 

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